“4 El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni presumido ni orgulloso. 5 No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. 6 El amor no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad. 7 Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.” (1 Corintios 13:4-7)

De verdad lo entiendo… de verdad. Es difícil estar cerca del sufrimiento. Simplemente eso es más de lo que podemos aguantar. Nos deja sin fuerzas. Tenemos miedo o las dudas nos abruman. Aceptemos que a veces nos lleva a decir cosas demasiado tontas. Como: “Bueno, al menos, por lo menos...” Ese tipo de palabras las usan los minimizadores que quieren encuadrar el dolor para convertirlo en algo más agradable para sí mismos. Este tipo de alegría performativa agota a la persona que sufre porque, de repente, esa alegría se ha convertido en un problema al que hay que resolver en lugar de ver lo que ella es: una persona frente a ti. El amor es más lento que eso. El teólogo y enfermero John Swinton nos recuerda que debemos participar en lo que ahora Dios está haciendo: “la continua recreación del mundo.

El tiempo de Dios es gentileza y generosidad. Se mueve a la velocidad del amor.” Así que, la próxima vez que te sientas incómodo ante el sufrimiento de alguien o tentado a recurrir a palabras como “Bueno, al menos...” no vayas tan de prisa. En lugar de eso, muévete a la velocidad del amor.

Oh, Dios, hazme ir más despacio. Ayúdame a moverme a la velocidad del amor, como Tú lo haces. Líbranos de la alegría performativa y prescriptiva, de la presión por arreglar y resolver cosas o situaciones. Haz que tengamos ojos para ver las suaves delicias que crecen de forma natural. Danos compasión por nosotros mismos y por los demás y momentos vividos a la velocidad del amor. Amén.