Domingo 1 de diciembre
14 »“Llegarán días —afirma el Señor—, en que cumpliré la promesa de bendición que hice a Israel y a Judá.
15 »”En aquellos días y en aquel tiempo, haré que brote de David un Renuevo justo; él practicará la justicia y el derecho en el país. 16 En aquellos días Judá será salvo y Jerusalén morará segura. Y será llamada así: ‘El Señor es nuestra justicia’." (Jeremías 33:14-16)
Los profetas bíblicos son mis favoritos porque nunca rehúyen decir las duras verdades. Hablan sin rodeos de los problemas del mundo. Lloran y se lamentan por el quebrantamiento, el dolor y el sufrimiento que presencian, especialmente un tipo llamado Jeremías (¡por algo le llamaban el profeta llorón!). Jeremías
se dio cuenta de que el mundo no era como debía ser, ni cómo debería ser. Vislumbró el mundo a través de las lágrimas. Pero también vio brillar algo sagrado. Mucho tiempo antes del nacimiento de Cristo, Jeremías predijo Su venida, y le dijo a todo el mundo: "Vienen días... se acercan", cuando alguien mismo vendrá cuyo nombre significa verdad y justicia y amor y compasión y paz y seguridad y rectitud para enderezar todas las cosas, hacerlas bien (paráfrasis).
Más de 500 años después, un niño nació para dar paso a una nueva creación, a una nueva esperanza, una nueva verdad: la verdad de que el mundo será restaurado algún día. Esta es la promesa misma de Dios que comenzó en la creación y que ahora se cumple en la persona de Jesús. Y tal vez sea esto lo que el tiempo de Adviento nos invita a atestiguar, a ser testigos.
Pero eso no significa que no podamos decir toda la verdad sobre lo que estamos viviendo aquí y ahora. Hace falta valor para asimilar las verdades incómodas, las verdades difíciles y las verdades complicadas y aparentemente contradictorias. Dios nos ha hecho para decir la verdad, para tener ojos que miren a través de las lágrimas el ya-y-todavía-no en el que vivimos. Y, al mismo tiempo, fijar esos mismos ojos en Jesucristo, que encarna la compasión, la restauración y la justicia que anhelamos. Así que, en este Adviento, ojalá tengamos ojos para mirar detenida y largamente esta promesa de verdad que viene nuevamente a nosotros. Unámonos con gozo para este encuentro con Él
Oh, Dios, que estos días de Adviento sean el nuevo comienzo, aprendiendo a vivir a la luz de Tus promesas venideras. Vislumbrando el mundo a través de las lágrimas, mientras vemos también brillar algo sagrado. Nuestra Verdad. Nuestra Luz. Nuestra Promesa, esa Promesa encarnada en Jesús.
Amén.