Jesús le dijo: " 6 —Yo soy el camino, la verdad y la vida —contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí.” (Juan 14:6)
¿Alguna vez has entrado en pánico dándote cuenta de que faltan pocas semanas para Navidad? (Lo siento. Quizás acabo de apretar ese botón de alarma. ¡Uy!) porque aún no has averiguado el quién, el qué, el cuándo o el dónde de la temporada. No has creado un menú ni una lista de compras. No has
pensado cuándo y dónde se reunirá la familia o quién llegará. No te has preparado para la fiesta anual de Navidad o la cena familiar y todo el drama que la fiesta conlleva. El Adviento, además, puede resultar abrumador porque todas las actividades festivas llevan el peso y el bagaje de todo el año: Ese divorcio. Esa pena. Las expectativas no cumplidas. Esa disculpa que nunca ha sido pronunciada. O simplemente estés demasiado enfermo, cansado o triste y te cueste exhibir alegría. La época navideña puede ser un tiempo muy revelador al revelar nuestras esperanzas y expectativas... y revela la realidad más probable y menos bonita de la vida.
Puede ser difícil enfrentarse a ello. El escritor Dani Shapiro lo describe como "mirar directamente al sol... a veces sólo podemos soportar pequeños destellos a la vez". Tal vez por eso Cristo vino a nosotros como un bebé: sólo podíamos soportar un poco de la verdad a la vez. Si estás tratando de ser más honesto contigo mismo o con los demás, con tus hijos o con tu comunidad, tal vez Cristo pueda mostrarte cómo dar pequeños pasos hoy sin llevar la carga pesada de fingir.
Oh, Dios, acércame para que mis pensamientos más silenciosos se sientan seguros. Quiero contártelo todo: todo lo que es verdad y todo lo que es imposible. Ayúdame a observar y a esperar obstinadamente este Adviento y a empujar hacia atrás los límites. Ayúdame a hacer aquí mismo una pequeña Navidad que sea más verdadera que la verdad. Amén